Un día cualquiera salgo a la calle y me encuentro sin frío, sin calor. Buena temperatura. Me dedico a observar. Gente con prisa, gente enfadada, gente triste, gente sonriente, jóvenes con auriculares aislados con su música, personas mayores contando batallitas en los bancos. Parques llenos de madres compartiendo el día a día de sus pequeños mientras ellos disfrutan como si para nosotros fuera un parque de atracciones, el parque, su parque, el que tan bien se lo pasan.
Y es que se nos ha olvidado que una vez fuimos pequeños. No teníamos problemas. Nos divertíamos con cualquier cosa. Una mirada cómplice de alguien querido era lo más grande para nosotros. Un simple abrazo, un simple beso te dejaba completo. Hablo de cuando éramos niños.
Los detalles más pequeños que nos hacían sonreír son los que deberíamos seguir teniendo. Y de hecho, tengo suerte de poder afirmar que es así. Tengo muchas razones para sonreír. Tantas que deberíamos hacer otro blog. Pero hoy no. Hoy es un día cualquiera.
Hoy es un día en el que me puse a tomar fotos al precioso atardecer que desde aquí pude divisar.
Me di cuenta que el amor crece día a día y es de las pocas cosas que no tiene límite.
Que la persona con la que decides compartir tu vida te llena en todos los sentidos.
Mientras tomaba café con leche, pensé en lo afortunados que somos al tener el sentido del gusto. Hay tantos sabores diferentes. Millones. Y a cada cual más rico. Diseño. Inteligencia. Amor. Sin duda.
Un buen café para saborear. Un buen momento para reflexionar.
Un día cualquiera sales a la calle y observas las flores y las miras detenidamente. Te acercas, contemplas sus colores, su textura, su olor, sus formas. Diseño, inteligencia. Amor. Sin duda.
Y al verlo y reflexionar te das cuenta de lo afortunados que somos al vivir esto. Al tener sentido de la vista, del olfato, del tacto, porque son suaves. Porque son hermosas. Diseño, inteligencia. Amor. Sin duda.
Un día cualquiera te das cuenta que desde la torre más alto de El Ejido, desde Torrelaguna, esa luz que se deja ver todas las noches, no está tan lejos. Parece inalcanzable pero a un click, la tienes al lado, esa luz que avisa a los aviones que aquí no deben venir. Esa luz que tiene el privilegio de tener unas vistas estupendas a tanta altura. Suerte de pocos pues pocos contemplan sus vistas.
Pero todo esto, sólo puede suceder en un día cualquiera. Mi reflexión de hoy es: Valora lo que tienes, aprecia a quien tienes, demuestra a quien quieres, y me baso en la regla de oro de nuestro querido Maestro: Ama al prójimo como a ti mismo.
Un día cualquiera me dio por escribir y quizá no tiene sentido pero me apeteció plasmar lo que pensaba. Ni más, ni menos. No hay contexto. Es así. Tal cual sale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario